El doctor Scremin reside actualmente en California donde profundizó sus estudios sobre las consecuencias de los agroquímicos para el sistema nervioso central. Asegura que mientras en Santa Fe se discuten las distancias para las fumigaciones aéreas, la Comunidad Europea está a punto de prohibirlas directamente. Y advierte que probablemente el más peligroso agroquímico sea el DDT que está prohibido en Argentina, pero sigue habilitado el endolsufán "que es muy cercano a ese producto".
Mientras Europa y Estados Unidos prohíben plaguicidas neurotóxicos como el endosulfán y el clorpirifos (dos productos que se le agregan al famoso glifosato) Argentina ha visto crecer nueve veces la cantidad recibida entre 1995 y el 2005. Así los nueve millones de kilos de plaguicidas que se arrojan en un año en nuestra tierra, bastarían para matar a toda a población mundial". La frase pertenece a Oscar Scremin neurofisiólogo rosarino y experto en el estudio de las afecciones que sufre el sistema nervioso central como consecuencia del conctacto con plaguicidas. Fue el último decano de Medicina antes del golpe de estado del 76, que lo obligó a marcharse alos Estado Unidos, donde profundizó sus estudios. Su último viaje a estas tierras coincidió con la discusión en esta provincia de la influencia de los agrotóxicos en la salud de la población. Y no se mostró ajeno al debate. "Cuando en Santa Fe se discuten las distancias para las fumigaciones aéreas, la Comunidad Europa está a punto de prohibirlas: entre los argumentos, hay un estudio que reveló que los plaguicidas arrojados en Alemania, fueron detectados en Groenlandia". Por si fuera poco Scremin deja una cifra aterradora: "En el mundo está prohibido el uso de 38 agroquímicos distintos, pero en el país se comercializan 18 de ellos. Se entiende, porque comercializarlos es un buen negocio. Por ejemplo en Estados Unidos estas patentes cuestan monedas y han logrado que ese gobierno les permita fabricarlos para exportarlos. Y sí, entre otros la Argentina es un país de destino", confiesa el experto. Scremin deja también en esta nota un dato más que preocupante. Advierte que "Europa está rechazando los sábalos extraídos del río Paraná por el exceso de endosulfán que encuentran en sus tejidos. Y este es el mismo río donde habitan tantas otras especies con la que se alimenta toda esta región".
Oscar Scremin es médico, se recibió en 1963 en la Universidad Nacional de Rosario. Inclinado hacia la investigación científica viajó a Escocia a especializarse durante dos años para luego volver y organizar un laboratorio de neurofisiología. Así en el año 1973 fue decano de la Facultad de Medicina donde trató llevar adelante un cambio curricular con un contenido social. En 1976 tuvo que emigrar luego del golpe de estado. De este modo recaló en la Universidad de California en Estados Unidos, donde terminó sus estudios. En estos momentos está tratando de organizar un grupo de trabajo para estudiar diversas problemas de fisiología entre otros otro la toxicidad de los plaguicidas que atacan al Sistema Nervioso Central.
En una extensa charla con Rosario/12 Scremin remarcó el fenomenal crecimiento que tuvo el uso de plaguicidas en los últimos años en la Argentina. "Si tomamos uno que se usa con más frecuencia el clorpirifos, que es un órgano fosforado de la misma familia del gas nervioso que es un arma destrucción masiva que se ha utilizado lamentablemente en diversas oportunidades para eliminar grupos enteros de personas. Este producto clorpirifos se vendía en el orden de los 500 mil kilos de acuerdo a las estadísticas en 1995, en el año 2005 llego a los 4 millones y medio de kilos".
"Si uno mira el gráfico es un crecimiento acelerado. Si sumamos todos los plaguicidas del mismo grupo del tipo clorpirifos, que son neurotóxicos, la Aduana de Buenos Aires ha detectado en el año 2006 unos 9 millones de kilos, que es una cifra considerable, si uno considera que solo un gramo de esta sustancia puede matar a un ser humano. De esta manera es fácil calcular que podemos eliminar a la casi totalidad de la población del planeta con todo ese veneno que existe de alguna manera y se distribuye en la superficie de nuestro país, esta en el aire, en los alimentos y si bien los organofosforados no persisten mucho en el medio ambiente, tenemos los organoclorados como por ejemplo el endolsulfán, de uso muy común en nuestro medio, y este puede quedar hasta nueve años en la tierra. Uno puede ingerir vegetales seis meses después de fumigados con endosulfan y estos pueden tener síntomas tóxicos. Este producto también es neurotóxico y puede producir temblores, ataxia, convulsiones. Estos dos insecticidas se mueven en paralelo con la evolución de la siembra directa y el glifosato. Si uno mira los gráficos se da cuenta que el crecimiento está relacionado. La gente habla muchas veces del glifosato pero ese no es el problema fundamental, sin los productos que se le agregan como estos insecticidas, que tienen mayor toxicidad. La cosa tiene una mayor implicancia si uno sabe que tanto el endosulfán como los organofosforados están prohibidos en Europa. La Comunidad Económica Europea los ha prohibido completamente y están severamente restringidos en Estados Unidos y en vías de ser eliminados. Contrariamente en Argentina tenemos un crecimiento progresivo de estos productos. Es decir que vamos a contramano de la evolución internacional".
Fuente: Pagina12
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